FELICES LOS PERSEGUIDOS POR CAUSA DEL BIEN
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos. Mateo 5:10-12.
Alguien puede abrazar una ideología política, una causa social o ecológica, y aun una fe religiosa, movido por intereses personales egoístas, o por coerción de parte de los hombres o por miedo a Dios. Pero, cuando como consecuencia de esa supuesta adherencia suya tiene que sufrir, si su experiencia no es genuina, abandonará rápidamente esa causa, pues el “precio” por pagar es demasiado alto.
Hoy en día, cunde un cristianismo hedonista, utilitario, pragmatista, que lo único que le interesa es ver cuántos beneficios terrenales y temporales se puede conseguir de la relación con Dios. Muchísimas personas se acercan al cristianismo buscando garantías de que todo les va a ir bien en esta vida. Creen que con Cristo tendrán empleo, salud, pareja, amistades y placer garantizados. Cuando sus expectativas no se cumplen, y empiezan a sentir el rigor de lo que significa vivir hasta sus últimas consecuencias los principios cristianos, muchos abandonan la fe.
Pero Jesús no te engaña: ser cristiano es seguir en las pisadas de Jesús, imitar su ejemplo, vivir de acuerdo con sus principios, todo lo cual va en contra de los parámetros egoístas e impuros que imperan en nuestra sociedad.
Ser cristiano, en el mundo en rebelión en que vivimos, es solo para valientes. Hace falta una “santa osadía”, una “santa rebeldía”, para ser cristiano de verdad en la sociedad contemporánea. Pero, si te pones a pensar, este no es un fenómeno privativo del cristianismo. En todas las sociedades y culturas, aquellas personas que tuvieron convicciones profundas, y las defendieron de los errores del mundo que las rodeaba, que sintieron que tenían la misión de cambiar las cosas, fueron incomprendidas, presionadas, perseguidas, y hasta pagaron con su vida su atrevimiento de ser ellas mismas y de jugarse todo por sus convicciones.
Y tú ¿qué prefieres? ¿Ser un juguete en manos de los malvados o echar tu suerte con tu Salvador, enarbolando la bandera de la Cruz?