Padre santo, guárdalos en tu nombre, el nombre que me has dado,
para que sean uno, así como nosotros. (Juan 17:11)
Algo asombroso de la Biblia es la manera en la que está unida, con
temas coherentes en todo su contenido, desde principio a fin.
Aunque se escribió en un período de 1600 años y fue compuesta
por más de 40 escritores de distintos trasfondos y con distintos
niveles de habilidad, Dios la inspiró en forma soberana con una voz
unida. Y hoy sigue hablando a través de ella sin salirse del mensaje.
Unidad. Unión. Homogeneidad.
Son los distintivos inquebrantables de nuestro Dios.
Desde el principio de los tiempos, vemos su unidad a través de la
Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios el Padre estaba allí,
creando los cielos y la tierra. El Espíritu "se movía sobre la
superficie de las aguas" (Génesis 1:2). Y el Hijo, que es "el
resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza"
(Hebreos 1:3), se une a la creación del mundo por la palabra.
"Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza" (Génesis 1:26).
Hagamos. Nuestra.
Los tres están en perfecta unidad de visión y propósito.
Más adelante, vemos a Jesús que se levanta de las aguas del
Bautismo, mientras el Espíritu desciende como una paloma y el
Padre anuncia en esta escena majestuosa: "Este es mi Hijo amado
en quien me he complacido" (Mateo 3:17).
En otro momento, Jesús dice: "Porque he descendido del cielo, no
para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió" (Juan
6:38). Su deseo de responder las oraciones de sus seguidores es
"para el Padre sea glorificado en el Hijo" (Juan 14:13). Le pide al
Padre que envíe al Espíritu Santo, sabiendo que el Espíritu
testificará fielmente sobre el Hijo que ama, ya que "nadie conoce
los pensamientos de Dios sino el Espíritu de Dios" (1 Corintios 2:11
NVI). El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen una unión
impecable. Se sirven, se aman y se honran. Aunque son iguales, se
gozan cuando uno recibe alabanza. Aunque son distintos, son uno,
indivisible.
Y como esta relación es tan especial (representativa de la
inmensidad y el esplendor de Dios), Él ha elegido dejarnos
experimentar uno de sus aspectos. En la relación única entre
esposo y esposa, dos personas distintas se unen espiritualmente en
"una sola carne" (Génesis 2:24). Y "lo que Dios ha unido, que no lo
separe el hombre" (Marcos 10:9 NVI).
De hecho, este misterio es tan imperioso (y el amor entre los
esposos está tan ligado y completo) que Dios usa la imagen del
matrimonio para explicar su amor por la iglesia.
La iglesia (la novia) se siente sumamente honrada cuando se alaba
y se celebra a su Salvador. Cristo (el novio), quien se ha entregado
por ella, se siente realmente honrado cuando la ve "como una
iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra
imperfección, sino santa e intachable" (Efesios 5:27 NVI). Tanto
Cristo como la iglesia se aman y se honran mutuamente.
Es lo hermoso de la unidad.
Esposo: ¿Qué sucedería en tu matrimonio si te dedicaras a amar,
honrar y servir a tu esposa en todas las cosas? ¿Qué pasaría si
decidieras que vale la pena cada sacrificio y expresión de amor que
puedas hacer para conservar tu unidad con esta mujer? ¿Qué
cambiaría en tu hogar si adoptaras este enfoque en la relación cada
día?
Esposa: ¿Qué sucedería si te propusieras como misión hacer todo
lo posible para fomentar la unidad de corazón con tu esposo?
¿Qué pasaría si trataras cada amenaza a la unidad como veneno, como
un cáncer, como un enemigo que el amor la humildad y el
desinterés tienen que eliminar? ¿En qué se transformaría tu
matrimonio si nunca más estuvieras dispuesta a que se destruyera
la unidad entre ustedes?
La unidad de la Trinidad, desde antes del inicio de la historia y
proyectándose hacía el futuro, es la evidencia del poder de la
unidad. Es irrompible. No tiene fin. Y es la misma realidad
espiritual que se mimetiza en la forma de tu hogar y tu dirección
postal. Aunque aparezca pintada con los colores de los horarios del
trabajo, las visitas al doctor y las idas a la tienda de comestibles, la
unidad es el hilo eterno que atraviesa la experiencia diaria de lo
que llamas "tu matrimonio", dándole un propósito para defender
de por vida.
Por lo tanto, ama a esta persona que forma parte de tu cuerpo
tanto como tú. Sirve a esta persona cuyas necesidades no pueden
separarse de las tuyas. Hónrala porque cuando la elevas al pedestal
de tu amor, también te eleva a los ojos de Dios, todo al mismo
tiempo.
El desafío de hoy
Observa una causa de división en tu matrimonio y considera
el día de hoy como una nueva oportunidad para orar al
respecto. Pídele al Señor que te revele cualquier actitud de tu
corazón que esté amenazando la unidad con tu cónyuge. Ora
para que haga lo mismo con él. Y si corresponde, habla con
franqueza sobre esta cuestión, buscando a Dios para hallar la
unidad.
__Haz una marca aquí cuando hayas completado el desafío de hoy.
¿El Señor te abrió los ojos a algo nuevo que pueda estar
alimentando esta área de desacuerdo? ¿Cómo piensas responder?
¿Qué esperas que Dios haga en tu cónyuge también?
El Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. (Deuteronomio 64)
15/3/15
sevenbro / Author & Editor
Has laoreet percipitur ad. Vide interesset in mei, no his legimus verterem. Et nostrum imperdiet appellantur usu, mnesarchum referrentur id vim.